.
SARA CASTELAR LORCA. Poeta granadina residente en Sevilla, nacida en Hannover (Alemania) en 1975. Autora de los poemarios inéditos Tiempo de intuiciones y Verso a tierra. Sus poemas han sido publicado en las revista Aldaba ( Sevilla), Aguamarina (Vizkaya), Espantapájara ( La Serena - Chile) , la antología de poesía erótica El buho Rojo,2008 y la I Antología Internacional Alaire, 2008.
Es miembro del grupo poético Alaire y redactora de la revista literaria del mismo nombre.
POÉTICA: Trato de dejar la palabra suavemente expuesta, después mirarla, observar sus formas...si es capaz de destruirse y destruirme, de regenerarse y regenerarme...entonces, la poesía acude, como la última forma de expresión, la voracidad de la belleza y el sentido remoto de todo cuanto existe.
La poesía es un acto de soledad multitudinario, una transfusión ineludible de nosotros mismos.
.
.
.
.
El Pulso
.
.
I
.
.
Tengo sólo una edad para cubrirme
una edad sola
y un reguero de otoños urdiendo el amarillo.

Hay una soledad que gira
un anillo piadoso con la altitud del verbo
la carcasa infinita de la culpa
que ostenta la belleza,
su puntiagudo borde.

La locura es tan sólo un instante precioso
de una luz que es humana,
desesperadamente humana,
y contiene la forma del delito.

La estancia, el corazón, la calle
se vuelven un sonido de maletas
una ruta angulosa de voces y martillos
un clavel entre vísceras.

Oh, cuánto amo la bestia
y tengo hambre y martirio
y un deseo lascivo de mieles y de partos.

Acojo un corazón entre los puños
y sufro de escritura,
sufro del mismo mal
que padece el llamado por la bestia
el que es aniquilado con la garra del signo.

Ésta es la hora del llanto
en la resurrección de la palabra,
lloro la exactitud
de la caricia en la frente del ciego
lloro la ilesa marca del zarpazo de un niño.

Es la hora del pulso;
camino por la hiedra salvajemente húmeda
y el mar ha degollado las olas en mi vientre.
Tan sólo sobrevive la razón
de lo que no pudiendo ser palabra
se suicida en mis labios.

Discurro en los renglones de algún dios asexuado
y llevo una mujer que me acompaña.
.
.
.
.
II
.
.
Tengo la voluntad arrodillada
y escarbo con los dedos la conciencia
de amar en carne viva.

Resbalan los meandros de la noche
sobre mis tiernas vértebras,
el duelo,
la música,
ese temblor de agujas cimbreantes
que estalla en la garganta de los mirlos.
Qué inmensa pequeñez me sobrecoge.

Renazco en el arrullo de la bestia
y sigo siendo frágil,
me cabe entre los ojos la desnudez entera
esa palabra-espina que puja por la rosa,
el miedo,
la vena retorcida de la noche
sangrando oscuridad.
Estoy mordiendo a gritos la belleza.

Lo no visible crece
un animal impuro dibuja sus contornos
y el corazón se enciende de lirios y de sables.
Es la hora del pulso:
el instante marino de la tierra
donde los cuerpos gimen su contrario.

Se duele el tiempo escrito
como una herida incierta en los relojes
como un retal de lluvia en la cartera.
¿A dónde van mis alas?
¿Qué invierno han inventado los cristales?

Me habita una mujer de triste lengua
una mujer pequeña
perdida entre millones de mujeres,
la única visible.
.
.
.
.
III
.
.
Siento la levedad de lo visible
su material ternura
el terrible abandono de la edad
fraguándose en los ojos,
ese galope ciego de la historia
que avanza cuerpo adentro.

Yo tenía el dolor de las enredaderas
su eterna obstinación de pájaro,
el ocre incandescente del otoño
ardiéndome en los dedos.

La tristeza es una lentitud de puertas
donde el olvido duele
donde el silencio duele
donde el amor es carne de bisagras
doblando la memoria.

Bebo de la resignación
del útero desierto de una virgen,
bebo del transitable miedo
del que perdió la fe y se olvidó del nombre,
bebo de la maraña roja
del sexo que olvidara su condición efímera.

En la verdad se quiebra la razón
y debo la palabra
debo cada fonema ardido en la belleza,
tan simple y tan humano
tan incisivamente hermoso.
Tu mirada de niño.

Mi boca es de mujer y nombra
arandelas de llanto,
la triste percusión del aire
muriendo en las cornisas.

Puedo escuchar la bestia en el callar del hombre
y seguir desde el pecho brotando en llamaradas,
un solo corazón para tanta ternura
y tan sólo una muerte
para esta soledad tan infinita.
.
.
.
.
Calíope desterrada
.
.
Ella se peina las edades tristes
y canta su destierro.

El tiempo y las mañanas en su voz
la noche que no amaina
la eternidad que en llanto se desploma.

¿Cómo aflorar del verso siendo carne?

Las musas de fecundos pechos
recaudan el dolor en cofres amarillos
ahí, como un rumor de nadie
como el oscuro soplo de la sombra
maceran las palabras
y la verdad recicla su turno de mentira.

Ella sólo sabía de la tierra.

Todo sucedió antes de sus ojos
antes de su silueta fértil.
Un pájaro erizando los contornos del cielo
con su bordón de lluvia
frente a una loba gris lamiéndose los hijos.

El alfabeto es un burdel sin nombres
donde abrigar la pena
y sudan las palomas sus vértebras azules
envenenando el aire
y la palabra amor reclama su justicia.

Calíope se inclina sobre su estirpe ajada
y recoge su nombre.
.
.
.
.
El dedal
.
.
Vengo de la raíz del cáñamo
que busca la oquedad para esconderse,
vengo hasta el desamparo de tu boca
en la blancura inmóvil
que se lame a sí misma.

He dispuesto una trampa para ti
y tu frío de junco,
niño de deliciosa envergadura
que me araña las vísceras.
Tus dedos llevan una brasa escrita
y deletrean miedo.

Entre las piernas suena un ataúd
de almendra venenosa
y el gozne del placer
son unas alas ciegas
de ángeles que gimen el exilio.

Mi tierno paredón de sílice
sobre una espina negra que supura
calor de abrevadero.

Allí quedaron mudas cicatrices
al corte vertical de la pureza
hundiéndose en la noche,
Lisboa con rodillas sucias
extraña y poseída,
la erótica del cieno alimentando buhos,
tu cuerpo
y este dedal de dios
que me penetra.
.
.
Volver a SUMARIO
.