JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957) es autor de libros y publicaciones tales como: Canción Popular en la Villa de Baena (Ed. Ayuntamiento Baena, 1986), Aproximación a la Historia del Carnaval de Baena (Revista Carnavalen- da, 1993), Profecía de Otoño -poesía-(Sevilla, 1994), Grafías de Pasión (Baena, 1998), Exilio en Caridemo -poesía-(Ed. Inst. Estudios Almerienses. Almería, 1998), Íntima heredad -poesía-(Ed. Endymion .Córdoba, 1998), La piedra escrita -poesía-(Ed. Alhulia. Salobreña, 2000). Finalista Premio Nacional de la Crítica 2000, Árbol de bendición. Antología literaria al olivo (Ed. Instituto de Estudios Almerienses y Ayuntamiento de Baena. Almería, 2001), Suerte de alquimia (Ed. Alhulia. Salobreña, 2003).Finalista del Premio Andalucía de la Crítica, 2003, Trasmar (Edit. Alhulia, 2005). Premio Andalucía de la Crítica de Narrativa “Ópera Prima”, 2005. Las edades de arcilla (Ed. Alhulia, Salobreña, 2005), Il volo degli anni (Antología poetica personale), Colección Cuaderni della Valle, traducción de Emilio Coco (Italia, 2007), La cortaera. Artículos periodísticos 2001-2004 (Baena,Córdoba, 2007).
Algunos de sus textos están incluidos en revistas, periódicos y antologías y han sido traducidos al francés, inglés e italiano.
Dirige, además, la colección Palabras Mayores, de poesía, de la Editorial Alhulia, de Salobreña (Granada).
Pertenece a la Asociación de Escritores y Críticos Literarios de Andalucía “Escritores y Críticos del Sur” (AAEC) y a la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE), siendo en la actualidad miembro de la Junta Directiva de la Sección Autonóma de Andalucía.
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CAMPANAS DE BAEZA
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....................Lejos suena un clamoreo
....................de campanas…
....................Arrecia el repiqueteo
....................de la lluvia en las ventanas.
.............................ANTONIO MACHADO
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I
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A su voz
otra voz tañe el aire
de broncíneas campanas
y un cielo gris antiguo
abre sus entrañas de olvido
a la razón de otro tiempo
y otra vida en soledades ebria
por campos de olivos y aceitunas.

Nadie sabe ahora,
en el silencio de esta noche
de luminarias y piedra
dónde y cuándo apareciste
por vez primera
en estas calles y plazas
abiertas al aire y los crepúsculos.

De nuevo las campanas
-las campanas de Baeza-
y tu nombre golpeándome
las sienes, la memoria;
la voz del poeta
abriéndose como una flor,
como una sola campanada
en la cima de la magna torre
desde donde hoy revivo,
al caer la tarde,
la tristeza de otro tiempo
y otras ciudades.

Al día de hoy
sólo poseo la nostalgia
de unos pasos en la noche
solitaria, y un lejano sonido
de campanas –las campanas de Baeza-
derramando sus dolores
en mi estancia, de madrugada. 33
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I I
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Lo he visto en la puerta
de su casa, estaba quedo,
con la mirada en lontananza,
vigilante, en la cima del sueño,
esperanzado en conquistar la luz
de la palabra.

Lo he visto caminar
por las calles de siempre,
lenta y serenamente,
abstraído y libre.

Todos olvidaron su nombre,
y por si acaso, alguna librería
lo tomó como seguro reclamo,
pero no nos engañemos
sólo luce como símbolo
y al cambio en euros se convierte.

Hoy lo he visto como siempre,
serio y enlutado,
cubriéndose la cabeza
con el sombrero de fieltro;
solemnemente agarrado
a su inseparable paraguas.
Lo he visto y me he jurado
seguirlo hasta más allá
de los cerros de Úbeda,
ignorando al tiempo y sus silencios,
creyéndome el único vigía,
su única y certera sombra.

Hoy lo he visto
y he creído en sus versos,
y en su tristeza, de tal manera que,
nada existe ya sin su presencia.
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I I I
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No sé si alguna vez subiste
hasta esta altísima torre
y si viste como yo
la inmensidad de los campos
de olivos y las cimas nevadas
de los montes de Mágina.

No sé si alguna vez llegaste
a contemplar la belleza
de estas tierras de Baeza,
pues el silencio se cierne
entre tu casa y la mía.

Ahora, sin embargo, reconozco
del candor y los silencios
que el campanario esconde
en sus entrañas, como si,
y estoy seguro, tu mano
acariciara la fría piel de estos sillares.

Desde esta torre admiro
el caserío que a vieja piedra
y cal aroma mis sentidos,
más tal vez me falte en este instante,
tu voz de sílaba y campana.

Tal vez me falte en este instante
volar hasta la plaza donde habitas
y esperar a la luna en tu ventana,
y dejarme llevar por las canciones
de una infancia ya olvidada,
o tal vez será mejor que nunca llegue
el invierno con sus brazos de hielo
y sus labios de muerte a sembrar
la tristeza en estos olivares.

Tal vez sea todo más sencillo,
y sea el hombre el último en enterarse
de que la vida es un haz de luz,
la imborrable memoria
de un único destino.
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I V
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Los escolares van llegando
hasta la plaza, serenamente,
o al menos a mí me lo parece
desde esta altura que es mi casa.

En la fuente el maestro
se anilla de escolares
y va explicando el por qué
y los orígenes de la piedra milenaria.

El grupo se amontona,
y la fuente con sus caños de bronce
no deja de manar sabiduría.
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V
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Quizá no es éste el café
silencioso de otro tiempo,
pero siento tu aliento
de versos en la cara
como si fuera aire y luz
al caer la tarde en estos soportales
tan callados y solos.

Amarga es la estancia en esta plaza,
abismo de sones y palabras
derramadas como lluvia de otoño
en las cercanas aulas y patios
ungidos por la voz del poeta.

Quizá no haya tiempo
ni calles y plazas tristes
esperando inesperadas visitas;
quizá no haya tiempo para nada
mientras todo concluye en esta plaza.
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V I
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Cuando los veo frente a mí,
ancianos, alrededor
de una mesa del café Aliatares,
siento que bien podrías ser tú
uno de ellos, anciano también,
pero con la luz del verso en las pupilas.

Ahora, sólo las sombras
se agitan en los claustros
de la tarde mortecina,
y de nuevo las campanas
-las campanas de Baeza-
resuenan en el olivar.

Solas las campanas,
solo el maestro en Baeza.
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Los poemas de esta serie, titulada Campanas de Baeza, forman parte del libro Razón de Ser, galardonado con el Premio Internacional de Poesía "Luis Feria", que convoca la Universidad de La Laguna, que el autor ha obtenido este año en su X edición.

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